A Hugo le ha dado por las pirámides, bueno, más bien le ha dado por los esclavos. Él quiere ser faraón y tener esclavos, así sin más. Más majo...
No veáis la de cosas que sabe de dicha civilización, me parto.
No veáis la de cosas que sabe de dicha civilización, me parto.
Así que un día nos fuimos a pasear a un sitio genial de Madrid, el Templo de Debod.
Así que vamos por allí a dar paseillos muy cortos, no llegan nunca a una hora, pero a él le saben a teta piruleta, le viene de lujo lo de Egipto y yo así no me siento tan culpable.
Él te mete su rollo sobre los dioses y qué significaban. Lo que sea imaginar civilizaciones increíbles, súper héroes y mundos perdidos se le da de vicio.
Lo que tiene tener un pardre fotográfico y lo poco que le gusta poner caras, es tan forzado.
Lo peor de todo es que jamás hemos llegado al momento de poder entrar, nos han dado dos veces con la puerta en las narices (literal), no me lo podía creer. Pero bueno, ya tenemos una excusa para volver.
El rollo de que los cocodrilos del Nilo están allí es genial y a veces están en el Zoo. Cómo vinieron a Madrid los cocodrilos fue un cuento, digo, un viaje muy largo hasta llegar al Templo de Debod.
Tienen columpios en el mismo parque donde está el Templo y, para no sentirme tan bruja, le dejo estar un ratejo por allí.
Cada poco, intento hacer cosillas que pueden gustarle, aunque no os lo creáis va mucho por libre y no le dirijo cosas. La siguiente sorpre de planes le toca hoy (¡cuán generosa soy!, jajaja), es parte de su regalo de cumple, pero ya os la contaré en breve.
Me encanta el sitio y le he prometido ir un día a hacer un picnic, que le pirra, y pasar en esos columpios una tarde genial. Puede que por Octubre lo consigamos, aunque sería un plan genial quizás para esta tarde/noche, ¿no?
Besos.